El derecho al debate público

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Por Eliecer Avila.

Publicado originalmente en 14ymedio.

Recientemente el intelectual cubano Rafael Hernández, director de la revista Temas y moderador de los debates que se realizan los últimos jueves de cada mes en el centro Fresa y Chocolate, ofreció una entrevista a la periodista Cristina Escobar para el programa Interviews From Havana de la cadenaTelesur.

La entrevista se hizo en inglés, y se transmitió con subtítulos en el horario de la madrugada para los espectadores cubanos. En ella Rafael Hernández defiende algunas tesis que se vienen consolidando hace ya algún tiempo en los espacios intelectuales que tolera el Gobierno y que proponen una especie de «nueva mirada a la conceptualización teórica del socialismo que necesitamos».

Ante la pregunta de qué hacer con el hecho de que «la prensa del enemigo aprovecha cualquier crítica que salga en los medios cubanos para amplificarla en contra de Cuba», el intelectual responde con énfasis y determinación: «Hay que decir la verdad y punto», pues opina que «es mejor tener una discusión sobre cualquier tema en nuestro campo, que permitir que el enemigo nos lleve al suyo».

En la entrevista Rafael Hernández hace innumerables menciones al «enemigo» sin que me quede claro exactamente a qué o a quién se refiere. No sé si yo mismo, o mis amigos, muchos de mis vecinos o mis compañeros de estudio, que pensamos distinto al Gobierno de Cuba, formamos parte de ese «enemigo» que tiene Rafael. Espero que no.

Por otro lado, cuando anima a «decir la verdad y punto», tampoco me queda claro a quién va dirigido su mensaje. Sinceramente, no creo que sean los periodistas los que se resistan a decir esas verdades. Conozco a muchos de ellos personalmente y por referencia a muchos más, y estoy seguro de que comparten cien por ciento esa visión del papel digno e independiente que debe jugar la prensa en cualquier lugar del mundo. Entonces, ¿qué o quién les impide decir la verdad sin tapujos? ¿La costumbre de no decirla? ¿O es que delante de las cámaras todo el mundo defiende esa «necesaria sinceridad» pero en los espacios donde verdaderamente se decide qué sale al aire y qué no, nadie está dispuesto a asumir el costo de admitir la verdad?

¿Son los periodistas los que deciden sobre lo que se publica en Cuba? ¿Acaso los directores de los medios? Yo creo que como ejemplo de lo que él mismo exige, el propio Rafael Hernández podría empezar a decir «la verdad y punto» al reconocer que es un pequeñísimo grupo de burócratas al servicio exclusivo del Partido Comunista el que decide cada letra, voz o imagen que miran, oyen o leen los cubanos a lo largo y ancho de la Isla.

Me gustó su defensa a favor de un debate político y público en los medios nacionales. Como los que ocurren más o menos en el espacio que él conduce. Aclaro que digo «más o menos», porque si bien es cierto que no se le niega normalmente la entrada a nadie, también es verdad que en el panel no suelen estar representados los colores del espectro político de cualquier nación del mundo. Solo en el público se puede ver de vez en cuando esa diversidad. También se da el caso de que algún disidente hable. Pero solo tiene tres minutos para hacerlo y luego el panel lo puede despalillar todo lo que quiera, sin derecho a la réplica continuada.

Un debate, técnicamente, es otra cosa. En un debate, personas que defienden diferentes puntos de vista cuentan con un tiempo justo y prudencial no solo para defender sus postulados sino para cuestionar la propuesta de su contraparte en una secuencia que posibilita llegar a la profundidad de cada tema. Para esto, si se tienen buenas intenciones, se seleccionan exponentes de similar altura intelectual, o por lo menos que estén habilitados por el reconocimiento público en la esfera que defienden.

Siguiendo esta lógica podría darse un debate entre Rafael Hernández, por un lado, y Reinaldo Escobar, por el otro, sobre «el periodismo y la verdad en Cuba», por ejemplo. ¿Acepta el director de Temas este debate? ¿Lo propiciaría su revista? Yo estoy seguro de que rompería récord de audiencia si lo hiciera y sus resultados serían muy útiles.

Creo que cuando determinados intelectuales o pensadores autorizados hablan de la necesaria existencia de debate público o de espacio público, no siempre se dan cuenta de que ninguna de esas cosas existen en Cuba.

Ni el partido, ni el Gobierno, ni los intransigentes comunistas tienen nada contra el debate en sí, lo que no soportarían son sus consecuencias. Pues cuatro buenos debates televisados sobre temas cruciales a camisa quitada, en un marco de respeto y civismo, derrumbaría el castillo de naipes.

Invito al director de Temas a que se proponga en serio ser el promotor de los primeros debates políticos públicos en Cuba, similares a los que se hacen en otras latitudes donde participan comunistas, liberales, verdes y las demás visiones, imprescindibles todas.

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Eliécer Ávila

Presidente del Movimiento Somos+

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