Lidia Doce y Clodomira Acosta: Dos mujeres, un destino

 

Clodomira Acosta y Lidia Doce

Por José M. Presol

Dos mujeres muy distintas, pero unidas en las luchas contra la anterior dictadura y en su muerte. También unidas, como casi todo, por no decir todo, en un sinfín de preguntas y dudas sobre su vida y sus últimos días.

El actual gobierno de Cuba las menciona con relativa frecuencia, le ha puesto su nombre a colegios, círculos infantiles y hasta algún hospital de maternidad, que ha tenido que ser cerrado por falta de medios y mantenimiento, como el “existente” en La Habana, en la calle 19, entre 8 y 10, y que recibió el de Clodomira, aunque fue creado bajo el nombre de su promotor, el Dr. Cardona.

De ellas se cuenta lo que interesa y lo que no interesa se oculta o se divulga escasamente.

Lidia provenía de la burguesía rural, su familia se podía decir que tenía una situación económica desahogada. Seguramente tenían inquietudes políticas, pues su hijo mayor, Efraín, fue de los primeros en unirse al Ejército Rebelde en Sierra Maestra, integrándose ella en las luchas de “el llano”, especialmente en lo relativo al envío de medicinas y alimentos a la guerrilla, valiéndose para ello de la panadería familiar, y adoptando el nombre de Lili.

Enseguida pidió incorporarse a la guerrilla, lo que se le concedió, no sin ciertas reticencias, pues ya tenía más de 40 años y estaba bastante gruesa, por lo que tuvo que demostrar su resistencia a las largas caminatas y a largos recorridos a lomos de caballo o mulo.

Destacó enseguida, teniendo en jaque constante a las patrullas del Ejército en la zona de San Pablo de Yao. Alcanzó el grado de capitan, tuvo bajo su mando a 40 hombres y se la designó como jefa del campamento de apoyo al comandante Ernesto Guevara.

Allí se produjo un encontronazo con su jefe. El creador del “hombre nuevo”, era un gran machista. Alegando una excusa tan pobre como que le habían comentado que se arriesgaba mucho en los combates, ya que “tenía los co….. más grandes que Maceo”, le retiró el mando sobre tropas, si bien no su graduación militar. La relegó al trabajo, que ya había realizado en alguna ocasión anterior, de mensajera.

Sin embargo la “historia oficial” dice que el “comandante en jefe”, cuando fundó el Batallón de “Las Marianas”, estuvo toda una noche convenciendo, hasta que lo logró, a todos los que se oponían a que las mujeres combatiesen directamente. O ¿esto también es “leyenda”?

Clodomira era de origen guajiro y posiblemente analfabeta. Su primer contacto con la Revolución fue instintivo. Vio como unos soldados del Coronel Sánchez Mosquera iban a matar a un prisionero y se puso a gritar, hasta que aparecieron suficientes testigos para evitarlo. La detuvieron y, considerándola poca cosa, la encerraron en un almacén, sin preocuparse mucho de la seguridad. Encontró trapos, unas mochilas y… una caja de fósforos. Lo necesario para provocar un incendio que causó la suficiente confusión como para permitirle huir.

Se incorporó a la guerrilla como mensajera, o, al menos, es lo que dice la ya citada “historia oficial”, pero o era una mensajera especial o se dedicaba a otras cosas. Unos meses más tarde está en el Escambray, enviada por Fidel Castro, para enterarse e informarle de lo que allí pasaba con las guerrillas del Directorio Revolucionario, es decir en funciones de inteligencia.

Se unió a un grupo que encabezaba el comandante Fauré Chomón, que, poco antes había desembarcado, procedente de Florida. Así recorrió la zona controlada y presenció las discusiones entre éste y el comandante Eloy Gutiérrez-Menoyo en las que el último le acusaba de desviar a La Habana armas que estaban destinadas a su unidad. Durante su “viaje”, incluso participó en el enfrentamiento de El Cacahual contra las fuerzas de Batista.

No debió gustarle nada al “máximo líder” cuando supo que el Directorio había recibido incorporaciones de hasta 400 hombres y debió recordar a Frank País recriminándole no ser capaz de reclutar a los campesinos de su zona. Quizás ahí surgió su prisa por enviar rápidamente hacia Occidente a Camilo Cienfuegos y Ernesto Guevara, para intentar asumir el mando de las regiones occidental y central.

Así las cosas, parece ser que a ambas se las ordenó, por separado, llevar unos mensajes a La Habana, aunque por ningún lado se menciona de forma constatable quienes eran los destinatarios, ni que contenían los mismos.

Además, la presencia de ambas mujeres, si revisamos esa “historia oficial” es un tanto desconcertante.

Primero, si su misión era la de simples mensajeras ¿cuál es la razón de que los responsables del M-26-J en La Habana recibiésen la orden de alojarlas y protegerlas durante al menos quince días? Un plazo muy largo para entregar un mensaje, ¿verdad? O es que tenían que realizar otros contactos que no nos han llegado.

Lidia llegó a finales de agosto del 1958, dándole tiempo a participar en la acción del “secuestro” de la Virgen de Regla, siendo ella, que no era habanera, una de los responsables de custodiar la imagen y llevarla a un escondite seguro en Víbora Park.

Aquí otra duda. ¿Qué hace una mensajera de confianza interviniendo en acciones del día a día? ¿No había hombres y mujeres disponibles en las organizaciones del M-26-J en La Habana, Regla y Guanabacoa? Su intervención en ese operativo es como poco curioso.

Por su parte, Clodomira llegó a principios de septiembre y quedó alojada en un apartamento en el barrio de Juanelo, en San Miguel del Padrón, pero antes se entrevistó con Enrique Sotomayor, mensajero de la Sierra, que tenía que entregarle unos mensajes importantes. Sotomayor insistió en ir a buscarla, contra toda lógica y contra responsables de La Habana. Si Clodomira era mensajera “de la Sierra” y acababa de llegar de allá, ¿no es esto una contradicción? ¿un mensajero recibiendo mensajes de otro de la misma procedencia y que además había llegado antes?

Clodomira insistió en quedarse en ese apartamento, poco seguro, pues lo había dado como punto de localización a algunas personas. ¿A quiénes? Lidia quiso quedarse, pero le ordenaron que no lo hiciese y que se alojase en otro. Sin embargo, según llegó, se volvió a marchar y regresó. ¿Qué la llevó a romper con la disciplina? Es incomprensible y hace que pensemos en algo que desconocemos o se nos oculta.

Algunos insinúan que existía una relación íntima. No sé si era así o no. Es más considero que no nos importa, pues es algo que solo les incumbía a ellas y no a terceros. De todas formas, me resisto a aceptar que, de ser cierto, haya influido en la ruptura de la disciplina por dos mujeres que habían demostrado valor, sangre fría y obediencia ciega a las órdenes que recibían.

Es necesario decir que días antes el M-26-J había ejecutado a un importante chivato al servicio de Ventura en Regla, lo que llevó a éste a buscar a los culpables, y las detenciones e interrogatorios fueron lo que le llevaron a éste, según la “historia oficial”, hasta el apartamento de Juanelo donde estaban ambas.

Cuando los hombres de Ventura entraron en la vivienda, asesinaron a todos los que encontraron, pero no a las dos mujeres. ¿Por qué? ¿Es posible que su captura no haya sido casual como nos cuentan? ¿Quizás las reconocieron al entrar? A las primeras preguntas no hay respuesta. A la última, tampoco, pero es bastante difícil, casi imposible, que, en medio de un tiroteo se identifique a alguien al punto de respetarle para capturarle vivo, salvo que hubiese órdenes previas para ello.

En unos tiempos en que las detenciones, salvo casos excepcionales, se limitaban a torturar al detenido durante una noche o, a lo más, un par de días, y después arrojar su cuerpo en cualquier sitio, ellas estuvieron sufriendo durante cinco días, primero en la 11 estación, después en la novena. Los hombres de Ventura se dieron por vencidos y las detenidas pasaron “a poder” de Laurent, llevándolas al cuartel general del Servicio de Información de Marina, en el Torreón de la Chorrera.

Murieron sin confesar, no en vano “los tenían más grandes que Maceo”.

 

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Jose Manuel Presol

Nací en la capital de “la Tierra más hermosa que ojos humanos vieran”, un 23 de septiembre de 1952. Salí un 30 de septiembre de 1967, con quince años recién cumplidos y, por el horizonte, empezaba a salir el Sol. No he regresado. Estudios superiores, medios o básicos en muchas cosas, fundamentalmente: Economía, Industria Alimentaria, Agroindustria, Finanzas y Gestión de Proyectos, Transporte, Logística. Vicioso de la lectura. Aficionado a la Historia. Miembro de Somos+. Espero volver algún día, mejor dicho: estoy seguro que volveré y que acabaré de ver salir el Sol.

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