Dulce María o la soledad impuesta

 

F-DulceM-Loynaz

 

Por: Gretther Yedra

Soledad, soledad siempre soñada… Te amo tanto, que temo
a veces que Dios me castigue algún día llenándome la vida
de ti…

Dulce María Loynaz

El 27 de abril del año 1997, fallece en su casona de 19 y E en el Vedado, La Habana, la “dama de América”, nuestra más insigne poeta: Dulce María Loynaz. Hija del general del Ejército Libertador Enrique Loynaz del Castillo, quien escribió la letra del Himno Invasor, heredó de este su estoicismo y el desmedido amor por la poesía.

Hoy en el mundo se conoce su obra imperecedera, genial. Pero como rezan sus versos: “¿Y esa luz? Es tu sombra…”, por muchos años esta noble mujer fue solo eso: una sombra. El triunfo de la Revolución en Cuba fue para muchos un rayo de luz; para Dulce María, un desencadenante de sucesos desafortunados que la obligaron a construir su ostracismo. Las décadas de los 60 y 70 fueron lamentables para ella. El derrumbe de un mundo burgués, al cual pertenecía, y que la Revolución neutraliza, unido esto al cambio de métodos e ideas, el exilio de su esposo, la muerte de sus padres y la de su hermano más cercano y la demencia del más brillante, Carlos Manuel, la fulminan.

Fueron pocos los que, por esos tiempos, conocieron a Dulce María, ni qué decir de su obra, prácticamente olvidada en aquellos años donde escribir con un estilo intimista era considerado subversivo y esnobista.

Las influencias literarias mal adquiridas de lo peor del realismo socialista, la politización de la cultura cubana hasta niveles que propiciaron el esquematismo y la creación de «modelos literarios permitidos» por la lucha ideológica del momento, relegaron la poesía de Dulce al más inhóspito olvido. Su nombre que antes de 1958 había brillado en América y Europa, específicamente en España donde la honraron con La Gran Cruz Alfonso X El Sabio, no volvió a mencionarse.

Puede rastrearse en las hemerotecas o en libros y revistas de la época y comprobaremos que no se le nombra, con la honrosa excepción de la Historia de la literatura Cubana, de Salvador Bueno, o en un Festival de poesía auspiciado por la UNEAC en 1968, donde se le invita, pero ella no asiste. En los estudios superiores no es incluida su obra. Crece una generación, y se establece otra desconociendo a la autora de “Jardín”.

Entonces, vino un período en su vida donde comenzaron los intelectuales de dentro y fuera de la isla a hacerle merecida justicia. Como Directora de la Academia Cubana de la Lengua comenzó a impartir conferencias magistrales. Su casa, sede entonces de la academia, se desbordó de un público culto, entusiasta, curioso y en gran mayoría joven, queriendo acercarse a la mítica personalidad. En 1987 el estado cubano, más por mejorar la opinión mundial que por voluntad simple y pura, le otorga el Premio Nacional de Literatura. Tal vez en un intento por reivindicar la ignominia cometida.

Su obra literaria revela la maestría en el manejo del castellano, poder de síntesis, claridad, sencillez y sobriedad en la expresión lírica. Estas y otras cualidades fueron valoradas para ofrecerle el cinco de noviembre de 1992 el Premio de Literatura Miguel de Cervantes. Al recibir este galardón fue leído su discurso, pues ya estaba muy débil.

En este decía: “Unir el nombre de Cervantes al mío, de la manera que sea, es algo tan grande para mí que no sabría qué hacer para merecerlo, ni qué decir para expresarlo”.

De esta manera humilde y grandiosa, deja su impronta la poeta Dulce María, descendiente de una estirpe de mambises, noble, quien, como el ave fénix supo elevarse por encima de la mediocridad del realismo socialista caribeño que impuso la naciente revolución. Recordémosla, pues, con orgullo, sigamos su ejemplo.

 

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Gretther Yedra Rodriguez

Nací en un pueblo de una hermosa ciudad el veinticuatro de junio de 1982. Crecí y me formé con unos padres que inculcaron en mí, más que amor por la revolución o por los líderes de esta, un inmenso amor a la Patria y a un Martí desconocido por muchos en nuestra Isla. Licenciada en Español y Literatura,  tuve el orgullo de ser maestra y de formar en mis alumnos valores y principios dignos de un ser humano. Creí, como muchos... y también me decepcioné. Una tarde, con mi niño de la mano y un montón de recuerdos, tristezas, inconformidades, algo de desasosiego y otro poco de incertidumbre, me marché de mi patria. Mientras el avión despegaba los versos de José María Heredia se asieron a mi maleta y desde entonces no me abandonan... No sería martiana, y mucho menos cubana si no luchara de algún modo por una Patria Libre. Tengo una fe inconmensurable en el movimiento Somos +, es por eso que desde mis palabras estaré con ellos.

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One comment on “Dulce María o la soledad impuesta
  1. Es terrible pensar en lo profundo que puede estar en el corazón cubano el pensamiento de Dulce María Loynaz y saber que la desidía, abandono e indiferencia del actual gobierno cubano están provocando el deterioro paulatino de la que fue su casa y la posible pérdida, debida a la humedad y los hongos, de sus fondos documentales.

    Me permito reproducir uno de sus poemas, que cada vez que lo leo me parece que es la Patria hablándonos a cada uno de los que estamos esparcidos por el mundo.

    »
    Te digo que sigas tu camino sin el temos de perderme. Te digo que has de encontrarme cuando vuelvas, aunque tardes mil años.

    Pues que eres debil y te empuja la vida, ve donde te lleve. ¿A qué luchar, si lucharías en vano?

    Yo seré fuerte por ti. Con tus claudicaciones voy a fabricarme una montaña, y me sentaré en la cumbre a esperarte.

    No temas que sienta el miedo de la noche o que el frío me arredre. No hay invierno más frío que mi invierno, ni noche más profunda que mi noche… ¡Yo soy quien va a congelar el viento y a oscurecer la tiniebla!

    De veras te digo que sigas tu camino, que para esperarte tendré la inmovilidad de la piedra. O más bien la del árbol, agarrado a la tierra rabiosamente.
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