Bajo las garras de un populista

 

populismo

Por: Gretther Yedra

El populismo en Latinoamérica y España ha adoptado una desconcertante amalgama de posturas ideológicas. Izquierdas y derechas podrían reivindicar para sí la paternidad del populismo, todas al conjuro de la palabra mágica: «pueblo». Populista quintaesencial fue el general Juan Domingo Perón, quien había atestiguado directamente el ascenso del fascismo italiano y admiraba a Mussolini al grado de querer «erigirle un monumento en cada esquina».

Populista posmoderno fue el comandante Hugo Chávez, quien veneraba a Castro hasta buscar convertir a Venezuela en una colonia experimental del «nuevo socialismo». Los extremos se tocan, son cara y cruz de un mismo fenómeno político cuya caracterización, por tanto, no debe intentarse por la vía de su contenido ideológico, sino de su funcionamiento.

Luego de leer bibliografía sobre el inagotable tema del populismo, he querido resumir en diez puntos qué es un populista. A pesar de ser muy conocida esta tendencia política en Europa y América Latina, dentro de Cuba apenas si se sabe de su existencia, aunque son los que más cerca andan del populismo en su estado puro y duro. Para estos lectores van mis conclusiones:

1) El populismo exalta al líder carismático. No hay populismo sin la figura del hombre providencial que resolverá, de una buena vez y para siempre, los problemas del pueblo. «La entrega al carisma del profeta, del caudillo en la guerra o del gran demagogo», recuerda Max Weber, «no ocurre porque lo mande la costumbre o la norma legal, sino porque los hombres creen en él. Y él mismo, si no es un mezquino advenedizo efímero y presuntuoso, ‘vive para su obra’. Pero es a su persona y a sus cualidades a las que se entrega el discipulado, el séquito, el partido».

2) El populista no sólo usa y abusa de la palabra: se apodera de ella. La palabra es el vehículo específico de su carisma. El populista se siente el intérprete supremo de la verdad general y también la agencia de noticias del pueblo. Habla con el público de manera constante, atiza sus pasiones, «alumbra el camino», y hace todo ello sin limitaciones ni intermediarios.

Weber apunta que el caudillaje político surge primero en los Estado-ciudad del Mediterráneo en la figura del «demagogo». Aristóteles (Política, V) sostiene que la demagogia es la causa principal de «las revoluciones en las democracias» y advierte una convergencia entre el poder militar y el poder de la retórica que parece una prefiguración de Perón y Chávez: «En los tiempos antiguos, cuando el demagogo era también general, la democracia se transformaba en tiranía; la mayoría de los antiguos tiranos fueron demagogos».

Más tarde se desarrolló la habilidad retórica y llegó la hora de los demagogos puros: «Ahora quienes dirigen al pueblo son los que saben hablar». Hace veinticinco siglos esa distorsión de la verdad pública (tan lejana a la democracia como la sofística de la filosofía) se desplegaba en el Ágora real; en el siglo XX lo hace en el Ágora virtual de las ondas sonoras y visuales: de Mussolini (y de Goebbels) Perón aprendió la importancia política de la radio, que Evita y él utilizarían para hipnotizar a las masas. Chávez, por su parte, ha superado a su mentor Castro en utilizar hasta el paroxismo la oratoria televisiva.

3) El populismo fabrica la verdad. Los populistas llevan hasta sus últimas consecuencias el proverbio latino «Vox populi, Vox dei». Pero como Dios no se manifiesta todos los días y el pueblo no tiene una sola voz, el gobierno «popular» interpreta la voz del pueblo, eleva esa versión al rango de verdad oficial, y sueña con decretar la verdad única.

Como es natural, los populistas abominan de la libertad de expresión. Confunden la crítica con la enemistad militante, por eso buscan desprestigiarla, controlarla, acallarla. En la Argentina peronista, los diarios oficiales y nacionalistas -incluido un órgano nazi- contaban con generosas franquicias, pero la prensa libre estuvo a un paso de desaparecer. La situación venezolana, con la «ley mordaza» pendiendo como una espada sobre la libertad de expresión, apunta en el mismo sentido: terminará aplastándola.

4) El populista utiliza de modo discrecional los fondos públicos. No tiene paciencia con las sutilezas de la economía y las finanzas. El erario es su patrimonio privado que puede utilizar para enriquecerse y/o para embarcarse en proyectos que considere importantes o gloriosos, sin tomar en cuenta los costos. El populista tiene un concepto mágico de la economía: para él, todo gasto es inversión. La ignorancia o incomprensión de los gobiernos populistas en materia económica se ha traducido en desastres descomunales de los que los países tardan decenios en recobrarse.

5) El populista reparte directamente la riqueza. Lo cual no es criticable en sí mismo (sobre todo en países pobres hay argumentos sumamente serios para repartir en efectivo una parte del ingreso, al margen de las costosas burocracias estatales y previniendo efectos inflacionarios), pero el populista no reparte gratis: focaliza su ayuda, la cobra en obediencia.

«¡Ustedes tienen el deber de pedir!», exclamaba Evita a sus beneficiarios.

Se creó así una idea ficticia de la realidad económica y se entronizó una mentalidad becaria. Y al final, ¿quién pagaba la cuenta? No la propia Evita (que cobró sus servicios con creces y resguardó en Suiza sus cuentas multimillonarias), sino las reservas acumuladas en décadas, los propios obreros con sus donaciones «voluntarias» y, sobre todo, la posteridad endeudada, devorada por la inflación. En cuanto a Venezuela, hasta las estadísticas oficiales admiten que la pobreza se ha incrementado, la improductividad del asistencialismo han llevado a que los precios se desplomen y el régimen está llevando hasta sus últimas consecuencias su designio dictatorial.

6) El populista alienta el odio de clases. «Las revoluciones en las democracias», explica Aristóteles, citando «multitud de casos», «son causadas sobre todo por la intemperancia de los demagogos». El contenido de esa «intemperancia» fue el odio contra los ricos: «Unas veces por su política de delaciones… y otras atacándolos como clase (los demagogos) concitan contra ellos al pueblo». Los populistas latinoamericanos corresponden a la definición clásica, con un matiz: hostigan a «los ricos» (a quienes acusan a menudo de ser «antinacionales»), pero atraen a los «empresarios patrióticos» que apoyan al régimen. El populista no busca por fuerza abolir el mercado: supedita a sus agentes y los manipula a su favor.

7) El populista moviliza permanentemente a los grupos sociales. El populismo apela, organiza, enardece a las masas. La plaza pública es un teatro donde aparece «Su Majestad El Pueblo» para demostrar su fuerza y escuchar las invectivas contra «los malos» de dentro y fuera. «El pueblo», claro, no es la suma de voluntades individuales expresadas en un voto y representadas por un Parlamento; ni siquiera la encarnación de la «voluntad general» de Rousseau, sino una masa selectiva y vociferante que caracterizó otro clásico (Marx, no Carlos, sino Groucho): «El poder para los que gritan el poder para el pueblo».

8) El populismo fustiga por sistema al «enemigo exterior». Inmune a la crítica y alérgico a la autocrítica, necesitado de señalar chivos expiatorios para los fracasos, el régimen populista (más nacionalista que patriota) requiere desviar la atención interna hacia el adversario de fuera. La Argentina peronista reavivó las viejas (y explicables) pasiones antiestadounidenses que hervían en Iberoamérica desde la guerra del 98, pero Castro convirtió esa pasión en la esencia de su régimen, un triste régimen definido por lo que odia, no por lo que ama, aspira o logra. Por su parte, Chávez llevó la retórica antiestadounidense a expresiones de bajeza que aun Castro consideraría (tal vez) de mal gusto.

9) El populismo desprecia el orden legal. Hay en la cultura política iberoamericana un apego atávico a la «ley natural» y una desconfianza a las leyes hechas por el hombre. Por eso, una vez en el poder (como Chávez) el caudillo tiende a apoderarse del Congreso e inducir la «justicia directa» («popular, bolivariana»), remedo de Fuenteovejuna que, para los efectos prácticos, es la justicia que el propio líder decreta. Hoy por hoy, el Congreso y la Judicatura son un apéndice de lo que Chávez legó a Maduro, igual que en Argentina lo eran de Perón y Evita, quienes suprimieron la inmunidad parlamentaria y depuraron, a su conveniencia, al Poder Judicial.

10) El populismo mina, domina y, en último término, domestica o cancela las instituciones de la democracia liberal. El populismo abomina de los límites a su poder, los considera aristocráticos, oligárquicos, contrarios a la «voluntad popular». En el límite de su carrera, Evita buscó la candidatura a la vicepresidencia de la República. Perón se negó a apoyarla. De haber sobrevivido, ¿es impensable imaginarla tramando el derrocamiento de su marido? No por casualidad, en sus aciagos tiempos de actriz radiofónica, había representado a Catalina la Grande.

¿Por qué renace una y otra vez en Iberoamérica la mala yerba del populismo? Las razones son diversas y complejas, pero apunto dos. En primer lugar, porque sus raíces se hunden en una noción muy antigua de «soberanía popular» que los neoescolásticos del siglo XVI y XVII propagaron en los dominios españoles y que tuvo una influencia decisiva en las guerras de Independencia desde Buenos Aires hasta México.

El populismo tiene, por añadidura, una naturaleza perversamente «moderada» o «provisional»: no termina por ser plenamente dictatorial ni totalitario; por eso alimenta sin cesar la engañosa ilusión de un futuro mejor, enmascara los desastres que provoca, posterga el examen objetivo de sus actos, doblega la crítica, adultera la verdad, adormece, corrompe y degrada el espíritu público.

Para calibrar los peligros que se ciernen sobre la región, los líderes latinoamericanos y sus colegas españoles harían muy bien en releer a Aristóteles. Desde los griegos hasta el siglo XXI, pasando por el aterrador siglo XX, la lección es clara: el inevitable efecto de la demagogia es «subvertir a la democracia».

 

Fuentes Consultadas:

  1. La Ley. Federico Bastiat
  2. La última batalla de la guerra fría. Carlos Alberto Montaner
  3. El engaño populista. Gloria Álvarez y Axel Kaiser
  4. Últimas noticias del nuevo idiota latinoamericano. Plinio Apuleyo Mendoza, Álvaro Vargas-Llosa, Carlos Alberto Montaner

 

 

 

 

 

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Gretther Yedra Rodriguez

Nací en un pueblo de una hermosa ciudad el veinticuatro de junio de 1982. Crecí y me formé con unos padres que inculcaron en mí, más que amor por la revolución o por los líderes de esta, un inmenso amor a la Patria y a un Martí desconocido por muchos en nuestra Isla. Licenciada en Español y Literatura,  tuve el orgullo de ser maestra y de formar en mis alumnos valores y principios dignos de un ser humano. Creí, como muchos... y también me decepcioné. Una tarde, con mi niño de la mano y un montón de recuerdos, tristezas, inconformidades, algo de desasosiego y otro poco de incertidumbre, me marché de mi patria. Mientras el avión despegaba los versos de José María Heredia se asieron a mi maleta y desde entonces no me abandonan... No sería martiana, y mucho menos cubana si no luchara de algún modo por una Patria Libre. Tengo una fe inconmensurable en el movimiento Somos +, es por eso que desde mis palabras estaré con ellos.

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4 comments on “Bajo las garras de un populista
  1. ¡Ojalá hubiesemos sabido en el 59 lo que es lo populismo, como ya lo sabemos ahora!

  2. // «Los buenos» tienen que hacer lo que sirve //

    La única forma efectiva y útil de impedir lo que «los malos» hacen en la sociedad es lograr que «los buenos» (¿nosotros?) hagan y que hagan (hagamos) lo que sirve.

    Luego, creo yo, hay que concentrarse en hablar y explicar qué es lo que hay que hacer y cómo hacerlo.

    Y, cuidado, los únicos abusadores en la sociedad no son los populistas.

    A hablar y explicar qué es lo que hay que hacer y cómo hacerlo.

  3. Buen comentario,de una forma, de otra depende mucho de las situaciones o lugar específico donde se desarrolle por su transcendencia individual, claro cada país tiene su propia cultura individualizada, muy cierto , el populismo desarrollado en Venezuela, pero como llego ahí, errores y aciertos, en cuba antes del 59 las organizaciones independiente y de otra forma de pensar fueron perseguidos hasta matar a sus dirigentes, como se clasificaría esto!? Donde todos los gobiernos de turnos promovían un cambio y continuaba en lo mismo, falsas esperanzas, abuso del poder, malversación, ect, como se le llamaría? Ahora el caso de Venezuela es bien diferente, estamos ante el segundo país mas rico del mundo según sus recursos naturales, donde mas del 70 por ciento de la economía es administrada por extranjeros, ese otro 30 se logro de una forma con la nacionalización de PDVSA, ahora como PDVSA que fue un éxito otra microempresas nacionalizadas fueron al quiebre financiero por la mala gestión y empresarios que no supieron, el gobierno ahí falló como en muchas cosas mas, pero que impuestos pagaban los grandes empresarios de Venezuela? Nada!! Solo migajas, se impusieron nuevas tarifas. Ahora la cultura general del venezolano es de merecer todo sin mover un dedo, el país con mas días feriados o fiestas, donde trabajas 5 horas al día, donde posee la mejor tierra por sus climas diferentes y no se aprovecha, un país donde mas del 90 % es importado, claro el petróleo!! Arma fundamental para todo, que pasó, el petróleo se desmoronó y faltaron los dólares para comprar todas esas importaciones que el venezolano común aprovechaba sin mover un dedo, ejemplo máximo los árabes que radican ahí, que llegaron arreglando zapatos y en la actualidad tienen negocios o cadenas de los mismos, mientras que el árabe trabajaba el ciudadano común bebiendo cervezas de fiesta, se acaban los subcidios por bajo presupuesto y salen a protestar, claro esta vez faltaba la harina y la polar!! Empezaron a sembrar en sus patios algo de comer, empezaron a revender los alimentos del gobierno en colombia, en fin las condiciones actuales de Venezuela esta en gran medida por culpa de los facilismos que dio el.estado y por el carácter propio del venezolano de no querer trabajar y esforzarse por un futuro, bueno me fui un poco del tema, saludos!!

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