César o nada

 

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Por: Gretther Yedra

El tema de la doblez en el comportamiento político de Fidel Castro ha venido centrándose casi exclusivamente en la incógnita acerca del momento de su adhesión a la ideología comunista.

Como todo el mundo sabe, la revolución de los guerrilleros llegó al poder con una doble seña de identidad, nacionalista y populista, inscrita sobre un fondo de restauración democrática. Luego pasó lo que pasó, y las expectativas de libertad se vieron sustituidas por el «socialismo con pachanga» (y represión), antiamericano y prosoviético, hasta configurar en pocos años una variante caribeña del «socialismo real» presidida por un líder carismático, omnipotente y omnipresente. La legitimidad, eso sí, no procedía de un remake de octubre de 1917, sino de su victoria militar forjada en Sierra Maestra.

El castrismo pasará de este modo a la historia como un cesarismo de base comunista, pero que en el plano de la coerción, según hiciera el franquismo en España, sobrevive gracias al papel del ejército como «columna vertebral del régimen». A la vista de ese desarrollo histórico, paradójicamente muchos críticos y el propio Castro coinciden en presentar la fase democrático-revolucionaria de su pensamiento como un prolongado ejercicio de disimulo político, encubriendo hasta 1961 los fundamentos comunistas de su pensamiento.

El líder cubano lo cuenta en su informe al Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba, en diciembre de 1975: un grupo de jóvenes que nacieron a la conciencia política a principios de los años cincuenta se empaparon de marxismo-leninismo como «doctrina atrayente e incontrastable» y en el ejemplo de los comunistas cubanos, pero prefirieron aplazar la revelación de sus ideas hasta que el pueblo estuviera en condiciones de despertar a tan «profundas verdades». La táctica de la simulación, practicar sólo de noche la auténtica fe, se habría revelado rentable:

“No sólo fue necesaria la acción más resuelta, sino también la astucia y la flexibilidad de los revolucionarios. Se hicieron y se proclamaron en cada etapa los objetivos que estaban a la orden del día y para los cuales el movimiento revolucionario y el pueblo habían adquirido la suficiente madurez. La proclamación del socialismo en el periodo de lucha insurreccional no hubiese sido todavía comprendida por el pueblo, y el imperialismo habría intervenido directamente con sus fuerzas militares en nuestra patria”.

Los planteamientos de Fidel en el periodo 1952-1959 no confirman esa secuencia de enmascaramiento en sentido estricto, pero sí permiten poner en duda la sinceridad del democratismo radical que envuelve sus declaraciones desde el intento de ocupación del Cuartel de Moncada. Parece imposible que el mismo personaje que expuso el relato del mencionado criptocomunismo y que ha implantado en la isla una dictadura sin fin, sea el mismo que en La historia me absolverá cantaba las exigencias de una sociedad que al producirse el golpe de Batista era plural y democrática, a pesar de las deficiencias del sistema político:

“Os voy a referir una historia. Había una vez una República. Tenía su Constitución, sus leyes, sus libertades; Presidente, Congreso, Tribunales; todo el mundo podía reunirse, asociarse, hablar y escribir con entera libertad. El gobierno no satisfacía al pueblo, pero el pueblo podía cambiarlo y ya sólo faltaban unos días para hacerlo. Existía una opinión pública respetada y acatada, y todos los problemas de interés colectivo eran discutidos libremente. Había partidos políticos, horas doctrinales de radio, programas polémicos de televisión, actos públicos y en el pueblo palpitaba el entusiasmo”.

La descripción que hace Fidel Castro ante sus jueces, vista desde hoy, más que la contraimagen de la Cuba de Batista, lo es de su propio régimen dictatorial. Pero lo que nos importa es la utilización en el discurso de esa edad de oro: sirve ante todo para deslegitimar al batistato y conferir legitimidad al propio movimiento. Cuando el acusado entra a definir su proyecto de futuro, éste se centra en los aspectos reformistas, sobre todo en el sector agrario, de acuerdo con el canon populista que hace del «pueblo», en cuanto agregado de los desposeídos, el destinatario y la justificación del gobierno revolucionario.

Es cierto que esgrime la Constitución de 1940, puesta fuera de vigencia por el golpe y aval de la resistencia al mismo, y que anuncia el propósito de su reposición, si bien tal regreso iría en la práctica acompañado de su anulación temporal, «no existiendo órganos de elección popular para llevarlo a cabo».

Por esta regla de tres, el constitucionalismo se convierte prácticamente en su contrario, ya que «la encarnación momentánea» de esa soberanía constitucional sería el gobierno revolucionario, en el cual quedarían concentrados los tres poderes del Estado para llevar a cabo una «inmediata y total depuración», así como las reformas en el sector agrario y las nacionalizaciones pertinentes. Y a pesar de la defensa apasionada del pluralismo reinante hasta el golpe de Batista, es útil constatar que su movimiento nada quiere con «el pasado político de Cuba». La doble vía de actuación del gobierno revolucionario fue gestándose sobre la marcha, a la justa medida de la conveniencia. Así fue cómo el cesarismo fidelista asesinó cualquier tipo de proyecto democrático para Cuba.

 

Fuentes consultadas:

1. Cuba. La lucha por la libertad, Hugh Thomas

2. Cómo llegó la noche, Huber Matos

3. Viaje al corazón de Cuba, Carlos Alberto Montaner

4. La Historia me absolverá, Fidel Castro

7. Historia de Cuba Tomo 6, Julio Le Riverend

 

 

 

 

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Gretther Yedra Rodriguez

Nací en un pueblo de una hermosa ciudad el veinticuatro de junio de 1982. Crecí y me formé con unos padres que inculcaron en mí, más que amor por la revolución o por los líderes de esta, un inmenso amor a la Patria y a un Martí desconocido por muchos en nuestra Isla. Licenciada en Español y Literatura,  tuve el orgullo de ser maestra y de formar en mis alumnos valores y principios dignos de un ser humano. Creí, como muchos... y también me decepcioné. Una tarde, con mi niño de la mano y un montón de recuerdos, tristezas, inconformidades, algo de desasosiego y otro poco de incertidumbre, me marché de mi patria. Mientras el avión despegaba los versos de José María Heredia se asieron a mi maleta y desde entonces no me abandonan... No sería martiana, y mucho menos cubana si no luchara de algún modo por una Patria Libre. Tengo una fe inconmensurable en el movimiento Somos +, es por eso que desde mis palabras estaré con ellos.

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4 comments on “César o nada
  1. la verdad es que lo mejor del artículo es la foto de la autora. Si todos los disidentes tuvieran su hermosura, digo, si fueran féminas todas, con tanta belleza, tuvieran más adeptos, por lo menos por su cara. Son una panda de fracasados adoloridos; pandillita, porque no pasan de un puñado de resentidos.
    Eliecer Ávila, que no pasa de un mediocre, que en lugar de agradecer escupe, ¿en qué momento dejó de llorar al ver a Fidel en televisión, para luego llamarle Castro dictador? Otro que bien baila en la cuerda de la doble moral. Ojalá sea un agente de la seguridad cubana, y un día tenga que asistir a un acto de condecoración. ¡Vaya personajes estos que dicen «Somos mas» despreciados que escuchados!

  2. A pesar de mi temprana edad pude presenciar aquellos momentos. Pude deducir que todo fue premeditado. Desde un principio el plan fue introducir el sistema comunista. Las mentiras son y siempre han sido parte integra de las tácticas de asenso al poder. El fin justifica los medios y el fin ha sido la imposición de una dictadura totalitaria.

    • No creo que desde el principio pensase así, todo tiene un porque, creo que en principio cuba iba a desarrollar la democracia, pero en un punto se vio afectado porque el gobierno de eeuu no reconocía su gobierno, se apego a la antigua unión soviética, como en su historia antes planteaba conmigo o en contra de mi, de todas aquellas reuniones que sucedieron en México, así pensaba el, y al triunfo el no reconocimiento de su gobierno por los eeuu declara el carácter socialista de la república de cuba, continuando con los puntos no a favor con los eeuu, ahora todos sabemos que conllevó eso después, como la crisis de octubre donde llego a confesar que estaba dispuesto a sacrificar la vida de cada cubano. Solo se fue por quien lo apoyó y adopto un pensamiento unitilitario sobre el país, y bueno ahí estamos, ssludos

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